El fruto prohibido que esconde nuestra divinidad es todo aquello que nos conecta con nuestro yo mas primitivo, todo ese material mágico del que estamos hechos para crear mundos donde poder expandirnos.
Heridas ancestrales que nos abarcan a todos en la gran red de consciencia que nos une.
La divinidad que nos conecta con la raíz más sagrada y una mujer que nace del agua con el vientre cargado de promesas, con el mundo retozando a sus espaldas.
La mujer del nuevo mundo empieza a florecer, ha llenado los campos con semillas, que tras regar están brotando. He visto a sus ojos que imaginan un fruto cayendo de su cuerpo rodando por veredas y caminos creciendo con raíces arraigadas a su pecho.
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